Hace ya mucho tiempo Steven Shaviro explicó en su blog los problemas que iba a causar la legislación del copyright para la investigación académica en Estados Unidos no publicada en revistas, desde que un cambio en la normativa aplicableconsiderase que un solo verso -dosen Canadá- es "parte esencial" o significativa de una obra poética, y por lo tanto obligaba a las editoriales a negociar royalties y a pedir permiso para citar cualquier verso de un poeta, aunque se tratase de una obra de investigación. Shaviro apuntaba que esta exclusión del “fair use” al citar versos de poemas o de canciones podría generar el absurdo de un estudio sobre un poeta que no incluya ni una sola línea de su obra, con tal de evitar el fastidio de solicitud de permisos y más que posibles pagos. O llegar al desatino de describir o parafrasear los versos, lo que destruye, evidentemente, el esfuerzo original del poeta estudiado (recordemos que nos referimos a libros que, para más inri, traen a la actualidad, ponderan, estudian y difunden la obra de esos poetas). Esto se agrava en trabajos de espectro más amplio: imaginemos un libro que se proponga realizar un panorama de la poesía estadounidense actual, sin contener un solo verso de ningún autor, o sólo de un par de ellos.
Parece que ese futuro distópico está llegando. Ayer la conocida estudiosa de la poesía modernista (en el sentido que esta palabra tiene en el mundo anglosajón) Marjorie Perloff explicó en Facebook que ha tenido que subir su última colección de ensayos sobre poesía en abierto en su web porque se le pedían 500$ por citar 5 versos de un mesóstico (una variante del palíndromo) de John Cage, además de una cantidad no especificada por citar versos de Wallace Stevens, entre otros pagos debidos:
“ […] but the difficulty was copyright. The press in question declared that the Wallace Stevens quotes in Essay #1 would have to be renegotiated, and the demand goes on from there. The John Cage Trust wanted $500 for five lines of a John Cage mesostic. I decided that such expenses were disproportionate for a collection of old essays” (el enlace es éste, aunque sólo es legible para contactos de Perloff).
A poco que se citen versos de cuatro o cinco poetas diferentes, es plausible que el editor deba invertir más dinero en pagar los derechos de poetas muertos que en pagar a su autor vivo. En la práctica, esto significa que tanto el ensayismo literario sobre poesía como la investigación sobre la misma impresa en papel se prohíbe por motivos económicos, lo que implica que los escritores no pueden cobrar por su trabajo y se ven obligados a ofrecerlo gratuitamente. Si en el caso de la investigación universitaria, sobre todo la proveniente de universidades públicas, podemos hacer salvedades (aunque todo profesor, una vez publicada libremente la investigación en revistas, tiene derecho a recopilarla, sistematizarla o ampliarla luego en libro y cobrar por ello), en el caso de un ensayista no académico interesado por la poesía -por ejemplo un escritor profesional que quiera expresar sus opiniones sobre un poeta, como hizo Cortázar sobre Keats, o un poeta que, como John Ashbery o Charles Simic, quiera escribir sobre otros poetas-, la única posibilidad de publicar será a través de una editorial muy poderosa, que pueda pagar a los herederos o poseedores de los derechos de los poetas citados el canon que éstos establezcan. Pero claro: ¿cuántas editoriales pujantes económicamente publican ensayos sobre poesía?
Este anacoluto legal produce efectos insospechados e injustos. Tenemos la suerte de poder leer gratis el libro de Marjorie Perloff, que aborda poetas como Stevens, Silvia Plath, Creeley, Larkin o W.C. Williams aquí: http://marjorieperloff.com/books/modernists-avant-gardists-contemporaries/, por decisión personal de la autora, pero en otros casos, por ejemplo de ensayistas no académicos, es bastante posible que se nieguen a dedicar su tiempo a escribir un libro largo y profundo sobre otros poetas que no va a poder publicarse en papel, y por el que no cobrarían absolutamente nada. Es difícil saber cuántos buenos ensayos nos estamos perdiendo y vamos a dejar de leer por esta legislación de inexplicable dureza. Así están las cosas: los derechos de los autores muertos, que ya no necesitan el dinero, impiden generar derechos a los autores vivos, que quizá sí necesiten esos ingresos y que, en cualquier caso, y como cualquier otro trabajador, merecen cobrar por su trabajo.